Últimamente hemos escuchado, en el servicio de Kabalat Shabat en nuestra Sinagoga la plegaria Aná Becoaj, bellamente interpretada. Para la Kabbalah esta es una plegaria de un profundo contenido espiritual. Por ello, quiero dedicar mi artículo de hoy a algunos comentarios sobre la misma.
El Aná Becoaj figura en casi todos los sidurim, especialmente en los sefaradíes. Su autoría se atribuye al sabio Rabí Nejuniá ben Hakaná, un Taná que vivió en el siglo primero, en la época de la destrucción del Bet Hamikdash, a quien se atribuye también la autoría del Séfer HaBahir o “Libro de la Claridad”. Se le considera el principal místico de su época. Sus enseñanzas y sus dichos pueden encontrarse en varias secciones del Talmud. Se cuenta, por ejemplo, que en cierta ocasión le preguntaron: “¿En mérito de qué has tenido una larga vida?”, a lo que respondió: “A qué nunca derivé honor de la vergüenza de un semejante, y a que nunca me fui a dormir con una maldición contra mi semejante, y a que fui generoso en dar claridad” (Meguilá 28a)
De acuerdo con la Kabbalah y particularmente con el sabio Arí (Rabi Yitzjak Luria), el Aná Becoaj es una plegaria muy sagrada, con profundas implicaciones místicas: sirve para canalizar energías para la comunicación de la persona con Hashem; para terminar de desprendernos de los ruidos y distracciones de la vida cotidiana y compenetrarnos en el servicio y conocimiento de Hashem. Por ello en Shabat se dice antes del Lejá Dodí, como un puente para dejar lo cotidiano y penetrar en lo sagrado del día.
Esta plegaria fue compuesta en base al Nombre Divino de las 42 letras, codificándolo de una manera sencilla: en hebreo, cada una de las letras iniciales de cada una de las 42 palabras de la oración nos da un total de 42 letras, las que forman el Nombre de 42 letras
Nos revelan los sabios que este Nombre de 42 letras se encuentra codificado en la Torá en dos ocasiones:
- al comienzo de la Torá, desde la Bet de Bereshit hasta la Hei de Bohu del segundo versículo, las que ordenadas y combinadas de una particular manera nos dan el Nombre Divino
- en el Cántico del Mar (Éxodo 15:1-18) desde la Alef de Az Yashir hasta la Alef de la palabra Leemor
En su Guía de Perplejos (1:62) Maimónides, tratando de los “nombres” Divinos, se refiere al Nombre de 42 letras, citando el Talmud: “el Nombre de 42 letras es santo y santificado y únicamente se trasmite al discreto que alcanzó la mitad de sus días, no es inclinado a la cólera ni a la embriaguez, no es contumaz en su conducta y habla a todos con dulzura. Todo aquel que llega a conocerlo y lo guarda con circunspección y pureza es amado en las alturas y estimado bajo el cielo, respetado de las criaturas; es duradera en él su instrucción, y él, heredero de dos mundos, el presente y el futuro”, este Nombre permite “dar a conocer nociones metafísicas de los misterios de la Torá”
Son 42 letras, como 42 fueron las jornadas de los judíos en el desierto, desde la idolatría y la esclavitud al monoteísmo y la ética de la Torah.
La plegaria cuenta de siete líneas, cada una de las cuales contiene seis palabras, lo que nos da las 42 palabras.
Las siete líneas simbolizan los siete atributos Divinos por medio de los cuales Di-s crea y rige al mundo. Cada una se corresponde, entonces, con siete diferentes tipos de energía, provenientes de cada una de las siete Sefirot inferiores del Árbol de la Vida, desde Jesed hasta Maljut.
Cada línea se conecta, así, con los siete días de la Creación y los siete días de la semana, con los siete milenios, con los siete planetas que rigen el sistema astrológico (y la letra con que fueron creados), con las constelaciones (mazal) y las letras que las crearon, con las 70 naciones, con los siete colores del arcoíris, con las siete notas musicales.
El número seis, por su parte, está relacionado con las seis alas de los Serafim pronunciando Kedushá, que Isaías vió en su visión profética (Isaías 6:2-3) mientras proclamaban la Unidad de Di-s. También el “Shemá”, que proclama la unicidad de Di-s, contiene seis palabras.
El seis alude, además, al nivel de este mundo (creado en seis días con seis direcciones: arriba, abajo, adelante, atrás, derecha, izquierda) y el siete al séptimo día, el Shabat, el punto sagrado del devenir temporal. Por tanto, la combinación del seis y el siete en un mismo Nombre y en el Aná Becoaj que lo codifica, señala la unión entre los Cielos y la Tierra, entre el Arriba y el Abajo, señala el ascenso desde el mundo material al mundo espiritual.
Estas y muchas otras correspondencias se encuentran codificadas en esta poderosa oración.

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