"Y José les dio [a sus hermanos] carros por mandato del Faraón; dioles también provisión para el camino. A cada uno de ellos dio mudas de vestidos; mas a Benjamín le dio trescientas monedas de plata y cinco mudas de vestidos." (Génesis 45:21-22) Luego de 8 días de Januka, podemos asegurar que, los regalos te pueden volver loco. Elegirlos es difícil, así como aceptarlos con gracia. Los regalos dan placer, sin duda alguna, pero también provocan una gran envidia. La naturaleza problemática de la entrega de regalos es una lección clave de la historia de José. ¡Si solo Jacob hubiera encontrado una forma más sutil de demostrar a José su amor! Esa tonta túnica causó décadas de sufrimiento.
Sentado en prisión, José debe haber llegado a la misma conclusión. Salió vestido con su magnífi ca túnica y terminó desnudo; deshonrado, golpeado, amenazado y esclavizado. En retrospectiva, ¿fue su túnica una dádiva o una maldición? José es un astuto intérprete de sueños y un ingeniero social. ¡Con seguridad puede comprender la envidia!
Por lo mismo, tenemos que cuestionarnos la conducta posterior de José. Cuando fi nalmente revela su identidad esta semana, tras el soliloquio desgarrador de Judá, José demuestra su naturaleza indulgente y generosa dándole regalos a sus hermanos. Elige bonitos vestidos para cada uno de ellos, haciéndoles recordar, no muy sutilmente, las ropas que le arrancaron a él un día. Descaradamente, favorece a Benjamín con vestidos extra; cinco mudas en lugar de la única muda que los otros hermanos reciben. ¿Qué cree José que está haciendo?
Su conducta alarma a los rabinos. En el tratado talmúdico Meguilá 16b, preguntan: "¿Cómo es posible que este hombre justo (léase, Jose) haya venido a tropezar con exactamente la misma piedra que provocó el que le atormentaran?" José había sufrido como resultado del favoritismo de su padre. ¿No dirigirán ahora los hermanos su envidia a Benjamín, y lo atacarán? Parece una locura que José repita la misma dinámica.
El comentarista talmúdico Maharsha (R. Samuel Eliezer Edels) dice que el hecho de que Benjamín fuera su hermano de sangre, por parte de padre y madre, no sería sufi ciente para paliar los celos de los otros hermanos. Atribuirían la diferencia en los regalos a la ira de José por haberle traicionado. ¿No es sufi ciente que José dé a Benjamín, además, 300 monedas de plata? Al menos esa dádiva está oculta en su bolsillo. Pero esos elegantes trajes le recordarán, a todo el que los vea, la conducta vergonzosa de los hermanos. ¡Qué regalo!
Los rabinos insisten en encontrar una explicación noble para la conducta de José. Según el rabino talmúdico Benjamín bar Yafet, las cinco mudas de ropa que José da a Benjamín son en realidad un indicio para los cinco trajes que vestirá su lejano descendiente Mordejai, quien es identifi cado en el rollo de Ester como "ish yemini" o un benjaminita. Pero aun cuando aceptemos esta imaginativa explicación (¡fíjese en el primer nombre de este rabino!), en realidad no responde la pregunta original. Sea cual fuere el motivo, José tiene que saber que los hermanos sentirán envidia del lujoso vestuario de Benjamín.
Rabeinu Bajia tiene una respuesta aún más fantasiosa. Los hermanastros le "deben" a José por haberlo vendido como esclavo. En consecuencia, José simplemente deduce el valor de su multa en el regalo que les da. Benjamín no estuvo involucrado en esa traición, por lo que recibe el valor total del regalo. Lo justo es justo, y no caben rencores. Esta solución podría (con un amplio margen) tener algún sentido en cuestiones de contabilidad, pero hace caso omiso de la preocupación psicológica del Talmud. Al darle a Benjamín cinco mudas de ropa, José está provocando a sus hermanastros a sentir más celos. ¿Cómo puede hacerles esto, a ellos, a Benjamín y a su padre?
En mi opinión, José sabe exactamente lo que está haciendo. La suya es un tipo de conducta que los israelíes llaman "davka". No tenemos una buena palabra en inglés para esto, pero yo diría que es "en tu cara". Todavía está probando (¿atormentando?) a sus hermanos. Cuando Judá se ofrece para reemplazar a Benjamín en la prisión, demuestra arrepentimiento. Pero, ¿qué sienten los otros hermanos? ¿Han aprendido a controlar su envidia, o volverán a caer en un arrebato de celos asesinos por culpa de unos pocos tejidos elegantes? Como un entrenador de perros, que sostiene el manjar de premio pero le ordena al perro quedarse sentado, José está tentando a sus hermanos, observándoles para ver si han aprendido a controlarse a sí mismos.
¿Qué piensa usted de la conducta de José? ¿Esta siendo vengativo o sabio? ¿Está demostrando amor por Benjamín o lo está usando como desventurado peón? Me temo que José se asemeja a un psicoanalista que, en lugar de demostrar amor, ve a los pacientes como rompecabezas fascinantes. Él está practicando davka, en oposición a la naturaleza humana.
En lugar de entender los celos y buscar minimizar su impacto, José hace uso de la envidia como una prueba de virtud. Esta dinámica empeora al fi nal de la parashá, cuando José favorece a su familia con la elección de tierra en Goshen, pero manipula a los granjeros egipcios hasta una condición de servilismo. Este favoritismo se vuelve en contra de los israelitas, pues muy pronto los egipcios les despojarán de sus suntuosos vestidos y les arrojarán a un nuevo foso de esclavitud.
No es ninguna coincidencia que los Diez Mandamientos terminen con la prohibición de la codicia. Es extremadamente difícil purgarnos de la envidia. ¿Cuánta gente saldría victoriosa de semejante prueba? Debemos limitar nuestra exposición a los celos, pero también debemos evitar el tentar a otros.
Por esta razón, corresponde a la gente decente evitar el consumo llamativo y las manifestaciones evidentes de favoritismo. Semejante conducta desata la envidia, aun en las mejores personas, y puede provocar grandes sufrimientos por todas partes.
Debemos aprender esta lección. Tendiendo la mano a aquellos que necesitan urgentemente de nuestra ayuda. Como lo realizamos este martes, repartiendo regalos en Hospitales, Hogares y Campamentos.
Entre más cómodos estemos, más nos debiéramos involucrar en las necesidades de los pobres. Así, el más rico debiera estar personalmente involucrado en el alivio de la pobreza.
Esto no es una forma de "nobleza obliga", sino que es imprescindible para nosotros vivir vidas de bondad y tranquilidad. Solo convirtiéndonos en agentes de justicia y sanación en la sociedad podremos romper el ciclo de sufrimiento y envidia. Solo actuando con compasión y equidad podremos crear una sociedad que viva en paz. |